La migración trae consigo la ilusión de un nuevo comienzo, de un nuevo camino, lleno de posibilidades y oportunidades, pero a menudo oculta un peso aparentemente poco visible: el impacto en la salud mental. Dejar atrás familia, amigos, lugares y culturas, con las cuales crecimos, desencadena una gama de emociones, tanto positivas, como negativas.
Es un tema del que poco se habla, pues se tiende a idealizar la idea de vivir en el extranjero, y si bien es una experiencia que volvería a elegir vivir, repleta de cosas bonitas, ha traído consigo también momentos de mucha tristeza y frustración. Comparto mi propia experiencia porque a lo largo del proceso he ido comprendiendo cuán importante es saber que no estoy sola, que no soy la única.
A menudo recibo comentarios como “ya no eres la misma” de gente cercana, y es cierto. Los seres humanos pasamos la vida en una constante transformación, pero no hay ninguna situación que me haya transformado más como la migración. Al salir de mi país, perdí la cercanía con todo lo que conocía, me alejé no solo físicamente, sino emocionalmente de lo que, para mí, era mi verdad. Pasé por lo que llaman “el duelo”. Un sentimiento de pérdida.
Del mismo modo, mientras se está en este proceso, simultáneamente se comienza la adaptación al nuevo entorno, a la nueva cultura, muchas veces, a un nuevo idioma. La percepción del mundo cambia. Y en algún punto, el choque de ambos procesos causa, casi que inevitablemente, una crisis, si no varias, en un principio difíciles de controlar, pues no hay una certeza de qué es lo que duele, qué es lo que atormenta tanto.
En mi caso, después de algunos de estos momentos, de somatización de mis sentimientos a través de una enfermedad, y la pérdida de un ser querido, busqué ayuda. Algunos pensarán que me demoré, otros no, lo cierto es que todo lo que pasó tenía que pasar, porque la cuestión no es solo de buscar ayuda, sino de recibirla, de estar preparado para ser honesto, para ser vulnerable.
También me gustaría resaltar que ha sido un camino muy satisfactorio, de mucha felicidad, de conocer gente nueva, de hacer cosas nuevas, de evolucionar en todos los aspectos. Gracias a la ayuda que he recibido, he encontrado formas, maneras de ver la luz al final del túnel, de salir de ese “hoyo” negro, en el que es muy difícil pensar, en el que no encontramos la salida a nada. Seguramente me hace falta mucho por aprender, me hace falta superar muchas cosas y perdonar(me), pero volvería a escoger este camino.
Mi intención no es buscar empatía, sino concientizar a las personas, migrantes, familias de migrantes, y el público en general, de la importancia de buscar ayuda, de priorizar sobre todas las cosas la propia salud mental. Una persona que sufre, que está herida, hiere a los demás.
Los invito a continuar conmigo mientras comparto mi propia experiencia, y al mismo tiempo contacto con algunos psicólogos para tener una visión más científica de un asunto tan complejo. Por lo que si tienen alguna pregunta en específico, o una idea, la pueden dejar en los comentarios para que podamos profundizar en el tema y seguir aprendiendo.